[Junio 2015]
No habíamos oído hablar de Los Llanos, pero buscando una ruta para regresar a Colombia nos recomendaron visitar Los Llanos venezolanos. Investigando un poco para ver de qué se trataba, vimos que era un paraíso de aves y animales silvestres, de esos que no tenemos en Chile como cocodrilos, anacondas, osos hormigueros, entre otros…
Costó dejar la costa, pero había que seguir avanzando. Nos arrepentimos enormemente el haber dicho en Aduana que veníamos sólo por dos semanas ya que nos dieron un permiso para el vehículo de 30 días, lo que significa que hay que ir moviéndose rápido.
Tomando en cuenta de que Venezuela es un país grande, con carreteras no muy buenas y con las peores prácticas de manejo que hemos visto hasta el momento en los 12 países que hemos recorrido en estos casi 24 meses, nos armamos de valor, calculamos la ruta y dividimos los 780 kms. que nos separan de San Fernando de Apure en 2 tandas para que no se hiciera tan pesado.
Nuevamente en el camino nos va parando la policía y la Guardia Nacional, pero esta vez hubo uno que nos sacó carcajadas:
Policía: “Buenos días señor, hacia dónde se dirigen?”
Vic: “Buenos días, vamos hacia San juan”
Policía: “Y de dónde vienen?”
Vic: “Desde Alaska”
Policía: “Veeeeergaaaaaaa!!!”
Esa es la seriedad de la Policía venezolana, donde todo es “vaina”, “coño” y por supuesto “verga”. Fue imposible no reirnos en su cara y él de muy buen humor nos dejó ir.
Llegando a San Juan de los Morros nos dimos cuenta que la ciudad estaba rodeada de verdes montañas y quizás hubiese sido bueno haber parado un par de días para explorar esa zona, pero no estaba dentro del plan y ya se nos acaba el permiso en Venezuela, por lo que tuvimos que continuar. Hicimos una parada en los Bomberos Universitarios y al día siguiente seguimos hacia San Fernando de Apure.
Esta vez, después de muuuucho tiempo, la ruta es recta y plana, haciéndole honor al nombre de la zona: Los Llanos. Al llegar a San Fernando nos decepcionamos bastante. Esperábamos un pueblito rodeado de campo y animales silvestres, pero nos encontramos con una ciudad fea, fea, fea, sin mucho atractivo. Buscamos alguna oficina de información turística para saber dónde podíamos ver las maravillas de la zona, pero NADA… En general en Venezuela eso no existe. Oficinas de turismo, mapas, folletos, son una simple ilusión.
Después de varias horas buscando un lugar donde pasar la noche, recurrimos nuevamente a los Bomberos, donde conocimos a “Tony”, un polaco que en verdad se llama Swrghrtzpk, pero como nadie puede pronunciar su nombre, él dice que se llama Tony, mucho más fácil. Él está recorriendo Sudamérica a dedo y como vamos hacia el mismo lado nos pidió que lo lleváramos.
Quisimos partir ese viernes rumbo a Hato El Cedral, que es una Reserva del gobierno, donde nos dijeron que están los animales, pero la Piscola estaba con una filtración de aceite y estuvimos toda la mañana, con la ayuda de un Bombero, arreglando la gotera. Como no nos gusta manejar de noche, decidimos quedarnos ese día en San Fernando, arreglar el radiador de la transmisión que se está cayendo y ver la posibilidad de arreglar el aire acondicionado.
El sábado sí logramos salir y nos llevamos a Tony. Nuevamente el camino es recto y en muy buen estado, así que nos demoramos poco (3 horas) en llegar a Mantecal y luego a Hato el Cedral. Ya en la pura entrada se pueden ver distintos tipos de aves, iguanas gigantes (80 cms) y capibaras (como topos grandotes), pero lamentablemente el lugar funciona con reservas por lo que tuvimos que devolvernos al pueblo de Mantecal y volver al día siguiente.
Dejamos a Tony en la Guardia Nacional porque él no quiso pagar el tour del día siguiente y nosotros buscamos un lugar para pasar la noche y dimos con la Posada Turística “La Tía”, donde por BsF$300 teníamos un lugar seguro donde descansar, conectarnos a la corriente e incluso darnos una buena –y merecida- ducha!
6:45 am ya estábamos en Hato El Cedral, listos para el Safari (Bs$1700 c/u o USD$6). Llegó también una familia venezolana con quienes compartimos el día. 8:30 salimos en un camioncito adaptado con bancas en el pickup a internarnos en la Reserva. En el camino vamos viendo muchísimos cocodrilos, capibaras, tortugas y cientos de aves.
Luego nos subimos a la lancha y con el motor apagado vamos avanzando por el río en medio de los cocodrilos y tortugas.
Terminamos la primera parte del Safari y a las 12:30 nos tocan la campana para el almuerzo. Con Vic pensamos que era un sándwich con un jugo, pero no… Ya que estamos en Los Llanos y es zona ganadera, nos recibieron con un tremendo buffet de carne a la vara, arroz y vegetales. No lo podíamos creer!
En el almuerzo conocimos a un Veterinario que trabaja en Conservación ahí en la Reserva y nos invitó a ver su Proyecto. Lo que hacen es rescatar los huevos de cocodrilos y tortugas y los llevan a un criadero, donde los alimentan y cuidan por 1 año y medio, hasta que crezcan y puedan ser capaces de defenderse de sus depredadores.
Rápidamente nos dieron las 3:30 y salimos a la segunda parte del tour. Volvemos al camioncito y Barbarito nos lleva por otro camino “a ver si encontramos alguna anaconda”. Y así fue. Él, que ya lleva más de 20 años trabajando en la zona, sabe reconocer perfectamente dónde habitan estas culebrotas de 6 metros. Nos bajamos del camión y caminamos hacia un pozón de barro y ramas. Toma su gancho y empieza a buscar. Toca una y dice: “ahhh no ésta está muy chica…”, busca por otro lado y “ésta sí!” y la saca de su comodidad para mostrársela al público. Tremendo bicho! Nunca había visto algo así…
Seguimos avanzando con unas vistas espectaculares del llano. La tarde estaba preciosa, con la luz y nubes perfectas.
Regresamos a la base y nos estaba esperando nuestra cena, también incluida en el tour. Esta vez pollo asado con arroz y ensalada. Qué delicia!!!
Ya era de noche y estaba muy oscuro para manejar por la carretera de regreso a Mantecal, así que le pedimos a Efraín, el Administrador, si nos podíamos quedar acampando en la base y al día siguiente tempranito partir hacia Mérida.
Una vez que levantamos el techo de la camper se empezó a juntar gente afuera. Todos os trabajadores y la familia que nos acompañó al tour estaban curiosos y expectantes de qué es lo que había ahí adentro y nos pidieron pasar. En turnos de 3 personas, niños y adultos entraban a nuestra casita rodante maravillados con lo que veían.
Cerramos este increíble día con una tremenda sonrisa en la cara, súper contentos de haber visitado Los Llanos y haber vivido esta experiencia que no teníamos idea que existía. Venezuela, sigues sorprendiéndonos!
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Fantástico el lugar.